Desde que iba al colegio sentía que había cosas que debían cambiar y que era necesario un cambio de paradigma, pero no fue hasta que crecí y empecé a investigar en mis años de universidad, que me topé con el camino de la crianza y educación conscientes, y la psicología más humanista, enfocada en el bienestar propio. Desde entonces trabajo en pro de todo lo que ello implica y me voy actualizando sobre ello. Sentía y siento la necesidad de hacer que psicología y educación converjan para poder dar una mirada global a esos procesos que tan al límite nos llevan a veces, tanto a nivel personal como en la crianza. Porque es básico sentirse a gusto y querer adentrarse en el interior de cada uno para acompañar y acompañarnos con seguridad y confianza, y responder a todas las demandas que una vida respetuosa y responsable conlleva. La que nuestros niños y nuestras niñas se merecen. La que nosotros nos merecemos.

Siempre he trabajado con niños/as y adolescentes, y en consecuencia, con sus familias y escuelas. A raíz de ello me he dado cuenta de que sois vosotros y vosotras, los padres y madres, los que muchas veces necesitáis ese acompañamiento y una mirada comprensiva que arroje luz y calma al ruido del día a día, a las montañas que a veces se hacen tan cuesta arriba y a callar esos castigos que nos imponemos por no cumplir el “deber ser” o lo que (creemos) se espera de nosotros. Nada de eso es necesario, con disfrutar y aprender en el trayecto es suficiente. Con el tiempo, vi que esto era aplicable y necesario para todos/as: mamás, papás y adultos en general que, cada vez más, vamos en busca de ese “algo más” en nuestro interior y trabajar desde ahí.